Rodolfo Walsh. Ese hombre. Esa mujer. Esa carta


(Publicado en El Diario de Paraná, 20 de marzo de 2015)

Según declaraciones de detenidos en la Escuela de Mecánica de la Armada su cuerpo fue exhibido a los secuestrados.  Ese hombre había tenido varios oficios: corrector de pruebas de imprenta, lector del género policial, periodista, antólogo, traductor, criptógrafo, jugador de ajedrez. Pero sobre todas las cosas era escritor.  En sus años jóvenes no estaba preocupado por la política ni el periodismo de investigación formaba parte de sus intereses, pero su miopía le había permitido ensanchar la mirada.

"Lo bajamos a Walsh. El hijo de puta se parapetó  detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta". Este es el relato que el ex oficial Weber le contó a Ricardo Coquet, un sobreviviente que testificó ante el juez. El 25 de marzo de 1977 ese hombre acudió a una cita cerca del cruce de la Avenida San Juan con Entre Ríos en Buenos Aires, una cita entregada bajo tortura. Minutos antes había llegado desde su casa en San Vicente a la estación Constitución portando cartas escritas con motivo del primer aniversario de la dictadura.

En los años sesenta ese hombre había escrito un cuento titulado Esa Mujer.
"- El coronel elogia mi puntualidad. " 

Esta es la primera frase que dice uno de los personajes. El elogio va destinado al personaje que entrevista al coronel  con quien se ha encontrado para  averiguar el destino de una mujer, pero vale también para el autor. Pocas veces en ese tiempo alguien que fuera tan puntual a la hora de leer la realidad y de manifestarse.

En este cuento nadie tiene nombre, ni la mujer a quien se busca, ni el coronel, ni el entrevistador. Como tampoco tendrán nombres unos años más tarde, los cadáveres en fosas comunes y los que flotaban en el río.


"-¿Qué quieren hacer?" preguntó el entrevistador.
 "- Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido",  fue la respuesta del coronel.

El alcohol, la locura, la persecución de un cadáver dan vueltas en un texto que cuenta, imagina y también anticipa. Nunca nada se nombra, están desaparecidos los nombres.

Cuando Jorge Rafael Videla en los primeros años de la dictadura, ante algunos cuestionamientos periodísticos, declaró: "Desaparecido significa que no está, que no tiene entidad", estaba diciendo que la palabra "desaparecido" no tiene sentido porque aquello a lo que alude no aparece, no se muestra. Una forma perversa de entender el lenguaje como sepultura simbólica para tapar muertes reales. El escritor de Esa Mujer sabía que el lenguaje es justamente lo que nos permite ver, oír lo oculto, las palabras velan y revelan, narran y ocultan. Quienes lo conocieron afirman que al escribir se obsesionaba tanto por la investigación como por lo estético. Su último texto, el que iba guardado en las cartas despachadas en el buzón de Plaza Constitución el 25 de marzo de 1977, cumple a la perfección esas cualidades.

Este hombre pone la palabra y el cuerpo en el escenario de un país desgarrado. "Con su sombrero de paja, sus lentes de Clark Kent y el portafolios de plástico donde lleva varios ejemplares de la carta a la Junta Militar que ha copiado a máquina la noche anterior". Así describe Miguel Bonasso su último gesto en el primer aniversario del golpe.

"Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar", el título justo y el oficio esencial. Es un escritor que se manifiesta poniendo nombre al intento de silenciar y dando significado a las ausencias. La lectura de los hechos del momento a la luz de su interpretación es una revelación de lo que se quiere esconder. Desde la experiencia singular es capaz de ir al espacio social, público. Así comienza la carta denunciando el allanamiento de su casa en El Tigre, el asesinato de amigos, la pérdida de su hija Vicky, para continuar con una detallada enumeración de las acciones que desde el Estado se habían implementado.

“Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror". La verdadera revelación no está en los números, sin duda demostrativos, sino en ponerle nombre a la muerte en todos sus sentidos.

"La falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios..." A medida que se va leyendo la Carta vamos encontrando un escritor convertido en "hablante" del acontecimiento, que es capaz de desnudar el horror como los asesinos desnudaban a sus víctimas.

Pararse enfrente del discurso dominante le permite describir con datos minuciosos la situación que va generando el proyecto de la dictadura sostenido por los artífices económicos que operan en beneficio propio y reconfortado por  la bendición de la iglesia. La misma que fue capaz de consolar a quienes sentían remordimientos por arrojar la vida desde el cielo, ese lugar prometido.

Estos dos textos, Esa Mujer y la Carta a la Junta muestran a su autor en toda su dimensión, alguien que escribe como un ejercicio de vida, no gratuito, una interpretación constante que busca comprender. En uno se trata de conocer el destino de una mujer despojada de nombre, "... una diosa, y desnuda, y muerta. Con toda la muerte al aire". Y en la Carta aparece un país entero también despojado y con el aire lleno de muerte.

Las opciones asumidas frente a los hechos y su obra literaria muestran un itinerario de vida, la decisión de no caer en lo que Sarte llamó "la tentación de la irresponsabilidad", es decir, no hacer nada, no decir nada. Su cadáver expuesto en ese lugar de exterminio que fue la Escuela de Mecánica de la Armada, era un trofeo para los asesinos. Según testimonios de secuestrados algunas víctimas eran cremadas y enterradas en el campo de deportes que la Armada posee en el barrio de Núñez. "Mi padre fue baleado por lo que hay grandes posibilidades que sea su caso, a diferencia de otros cuyo destino fueron los vuelos de la muerte", ha declarado su hija Patricia. Si el cuerpo de ese hombre fue cremado, el fuego habrá consumido sus huesos, no su lucidez.

La mujer del cuento no tiene identidad ni se conoce su paradero, las atrocidades mencionadas en la Carta harán que miles queden sin nombre, su destino sea un hueco vacío y las fotos nuevas muestren su ausencia. Esa Mujer  y Carta a la Junta reividincan la experiencia estética como una forma de saber, la razón y la metáfora armonizadas para recomponer la dignidad humana. Este hombre era conciente del peligro que implicaba dar testimonio pero no podía dejar de ser fiel a sí mismo. 

En junio de 1956 mientras jugaba al ajedrez en un club recibió las primeras noticias sobre los fusilamientos de civiles en los basurales de José León Suárez, alguien le había dicho:"Hay un fusilado que vive". Al año siguiente apareció Operación Masacre inaugurando en Argentina la novela de no ficción en la cual la investigación periodística es una referencia y donde los procedimientos ficcionales están al servicio de la narración de hechos reales. "Operación Masacre cambió mi vida, haciéndola descubrí además de mis perplejidades íntimas, que existía un amenazante mundo exterior", así expresaba su autor cómo se acercó a un mundo de intereses que hasta ese momento le eran ajenos.

¿Por qué seguir recordando estas vidas ya pasadas, ya contadas y escritas? ¿Nunca saldremos del pasado? Ese pasado es una parte que nos constituye sin la cual estamos paralizados, y aún después de nuestra muerte, seremos pasado para otros, el desafío es cómo vivimos esta realidad. Ya conocemos la pavorosa experiencia de Funes el Memorioso, quien todo el tiempo recuerda todo en sus mínimos detalles, una enumeración infinita de hechos que se hace insoportable. La memoria no se opone al olvido, selecciona, organiza, pone en valor. Si recordar es almacenar datos y acumular información es una actividad que puede convertirse en una forma de amnesia, pero si el pasado que duele se hace presente, no para dar vueltas sobre él continuamente, sino para ubicarlo en el plano que nos permite orientarnos a lo posible, habremos hecho la experiencia de en-terarnos, es decir de estar en la vida más enteros.

Este hombre supo abrirse a los rumores que le llegaban, buscó, se contaminó de ese "amenazante mundo exterior" en sus propias palabras y supo usar su oficio de escritor recuperando la dimensión estética en relación a la ética y a la política. Escribió con sus herramientas, las efímeras y perentorias palabras a las que supo darles solidez y estructurar un impulso creador.

En su casa de San Vicente disfrutaba del contacto con la tierra. "Quisiera plantar una doble hilera de álamos plateados desde la entrada a la casa. Cuando el viento mueve las hojas, suenan como lluvia fina". Quienes lo asesinaron no permitieron que los álamos plateados crecieran pero sus palabras suenan como lluvia fina con el viento de nuestro tiempo.

La Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar terminaba así:
Rodolfo Walsh - C.I. 2.845.022
 Buenos Aires, 24 de marzo de 1977

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